Cartas de Amor        
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Amada mía


Ha pasado mucho tiempo, y te busqué cuando aún mi cabello era negro azabache
, en diferentes estaciones caminé por largos senderos, crucé mares y montañas, soporté el frío doloroso de la nieve blanca y soporté el calor de las selvas tropicales. Caminé buscando aquel amor donde todo era soportable. Nada pudo detenerme porque siempre me alimentaba de una luz, le puse de nombre: ”esperanza”.

Y así, mi esperanza, mi soledad y yo te buscamos, pasaron muchos años, muchos inviernos, muchas primaveras y mi soledad era la misma que cuando empecé aquella búsqueda. Hoy tengo el cabello gris, la piel cansada por el tiempo y mi mirada ya no tiene aquel brillo que iluminaba mi leal compañera.

La vida me resultó muy breve, los caminos muy cortos y no te pude encontrar, ni en las primaveras ni en los otoños, ni en los bellos atardeceres.

Ya con las rodillas gastadas y con los ojos cansados que contemplaron miles de atardeceres… me senté a la sombra de un árbol, junto a un rosal de pétalos amarillos y en el horizonte ya moría el sol una vez mas… con sus tonos naranja y rojo… una gaviota surcaba el azul oscuro del cielo…. Apacible y sin prisa agitaba sus alas de libertad.

Fue en ese instante cuando sentí tu aroma, fue el momento más hermoso que jamás había antes conocido, sentí tus palabras, sentí la inmensidad de tu amor…. Sentí tu alma bella como ese atardecer, tu alma bella como el vuelo de aquella blanca gaviota, sentí tu suavidad en los pétalos de aquellas hermosas rosas. Finalmente te encontré, aunque no te vi, te sentí y aun te siento.

Entonces los rayos dorados del sol, iluminaron mi rostro y mi alma se llenó de amor al sol, al atardecer, al vuelo de la gaviota y a la libertad. A tu libertad, desde ese día… comprendí que el amor siempre estuvo en mi. Siempre lo llevé conmigo y siempre lo cuidé para entregártelo. A ti mi bella amada.

Desde ese día amo las rosas, amo los atardeceres, amo el vuelo de las aves, amo su libertad y amo tu bella alma… amo tu aroma, y entendí que todos los caminos que recorrí no fueron en vano.

Finalmente mi búsqueda llegó a su fin porque te encontré… ahora mi rostro arroja una suave sonrisa, complaciente a la vida, complaciente a los años, y a los caminos, y aunque tu no sepas cuanto te amo, y aunque no sepas cuando tiempo te he buscado, estoy aquí, junto al rosal, junto al atardecer, junto a aquella gaviota y junto a ti... Y te amo.

©2005 Autor: Papillon


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