Atajando lo implícito
Publicado: Mié Jul 17, 2013 20:39
Tecla, tecla, tecla.
Tecla tras tecla,
una tras otra,
suenan y llenan,
mientras la página blanca
se vuelve negra.
Suenan, corren.
Corren rápido,
más rápido que lo que pienso.
Mi cerebro no las ataja,
malditas letras
que esconden moraleja
tras lo que ajetrea y rebaja.
Lo que asume su karma,
la visión de media alba,
alba entera
y mañana de marihuana casera.
Ley seca
para la bondad desbocada
y la dulce realidad
de una mañana de resaca.
La visión de tu cuerpo
quedó destrozada.
Consumes y consumes,
mientras todo pasa,
pasa,
pasa,
pasa
y traspasa
al alma equivocada,
mientras lloras por la culpa
que ofrece paralizada.
Una pálida mano,
una pálida cara,
una pala al corazón
que desentierra la mirada
que cautiva hasta al ladrón,
el ladrón de mi velada.
No seré un traidor,
tampoco un hipócrita.
Yo te entiendo,
sabio placer de verano,
y sabio martirio de semana.
Yo lo recuerdo,
lo recuerdo bien...
Porque lloro a veces
cuando vuelvo a atajarlo
mientras dibuja una parábola
en el medio del aire.
Y mientras recuesto tu cabeza
en el hombro de la pereza,
y deposito tu esencia
en la mano de la violencia,
yo digo que me abstraigo,
me arraigo y me arranco
de lo que dices, es sutileza.
Tú no sabes,
de verdad no sabes.
Pero no me sorprende,
nunca lo hará.
Lo que dibuja tu mano es un deseo,
lo que dibuja la mía es un amor.
¿Y dónde quedamos?
Dejémonos en el olvido,
mala mujer.
Tecla tras tecla,
una tras otra,
suenan y llenan,
mientras la página blanca
se vuelve negra.
Suenan, corren.
Corren rápido,
más rápido que lo que pienso.
Mi cerebro no las ataja,
malditas letras
que esconden moraleja
tras lo que ajetrea y rebaja.
Lo que asume su karma,
la visión de media alba,
alba entera
y mañana de marihuana casera.
Ley seca
para la bondad desbocada
y la dulce realidad
de una mañana de resaca.
La visión de tu cuerpo
quedó destrozada.
Consumes y consumes,
mientras todo pasa,
pasa,
pasa,
pasa
y traspasa
al alma equivocada,
mientras lloras por la culpa
que ofrece paralizada.
Una pálida mano,
una pálida cara,
una pala al corazón
que desentierra la mirada
que cautiva hasta al ladrón,
el ladrón de mi velada.
No seré un traidor,
tampoco un hipócrita.
Yo te entiendo,
sabio placer de verano,
y sabio martirio de semana.
Yo lo recuerdo,
lo recuerdo bien...
Porque lloro a veces
cuando vuelvo a atajarlo
mientras dibuja una parábola
en el medio del aire.
Y mientras recuesto tu cabeza
en el hombro de la pereza,
y deposito tu esencia
en la mano de la violencia,
yo digo que me abstraigo,
me arraigo y me arranco
de lo que dices, es sutileza.
Tú no sabes,
de verdad no sabes.
Pero no me sorprende,
nunca lo hará.
Lo que dibuja tu mano es un deseo,
lo que dibuja la mía es un amor.
¿Y dónde quedamos?
Dejémonos en el olvido,
mala mujer.