Quien escribe no es una intelectual, ni una mujer de esas escogidas para la portada de alguna revista. Quien escribe no es tu mujer ideal, no es la que seguirá tus pasos porque así es el amor, no es aquella que escucha al corazón y va ciega por la vida creyendo que el amor es cosa de locos y es mejor desquiciarse para vivirlo plenamente. Quien te escribe es tan solo una mujer común y corriente, con una vida ordinaria llena de altibajos, de alegrías momentáneas y de problemas, que pasa horas frente al ordenador pagando cuentas, haciendo facturas, leyendo libros y haciendo tareas.
Detrás de estas letras hay un rostro que has visto muchas veces, mas que no imaginas que podría dedicarte una carta que confiesa la existencia de un amor, de una pasión oculta en el alma. Detrás de las palabras hay alguien que ves todos los días pero que nunca miras, que nunca observas. Alguien que quisiera decirte tantas cosas bellas y que tiene la garganta atada con un nudo que no permite que las palabras vuelen y se posen en tus oídos. Un nudo que pone mis pies en la tierra cuando de repente abro mis alas para lanzarme al abismo.
Extraño amor el mío, sin entrega, sin desatino, sin esperanzas de un día hacerte solo mío, mas es un amor sincero de esos que quizás tu nunca hayas tenido, de esos que no conoces y que jamás has vivido, de esos que espera siempre el final del invierno para florecer silvestre por los campos de la vida. Amor que ha nacido sin permiso de lo profundo de mis entrañas, que llena los espacios de mi cuerpo y se desborda cada vez que te veo, cada vez que siento tu aroma, tu voz, tu mirada desentendida.
Esta no es una carta para decirte cuanto te amo, es una carta para que sepas que en alguna parte del universo un ser ríe y llora, vive y muere por ti, por tu cariño, por tu abrazo tibio, por el amor que un día desearía que fuera mío.
© 2008; autor: Arwen Undomiel- Derechos Reservados
|